III. Dramaturgias del debate
1. Dramaturgias del debate asume como una hipótesis operativa este paradigma ficcional y todas sus mitologías subyacentes. Asumiendo la insinceridad estructural del debate no apunta bajo ningún concepto a subvertirla en pos de una mítica sinceridad originaria: la fabulación mítica del after-talk como concentración tautológica de sinceridades que se pretenden sinceras, originarias y originales es a su vez el origen de la mendacidad estructural del after-talk mismo y del debate tal y como se lo concibe en la actualidad.
2. Dramaturgias del debate toma muy en serio el ascenso del debate a “género performativo”, y a sabiendas de que actualmente el debate obedece a un formato único (que subsume todas las formas posibles de su material discursivo, amortizándolas), intenta variar el formato para averiguar hasta qué punto des-obviar ese formato consentiría encontrar nuevas formas, más vivas y menos fatuas, de comentario.
3. Dramaturgias del debate es un juego —o una colección de juegos— para adultos. Juegos de rol, para ser precisos. Aunque el papel que el espectador asume en cada juego viene a ser el papel único y sumamente elusivo de espectador. La única diferencia es que cada espectador, en performances del debate, decide qué espectador quiere ser, y desde qué lugar formalizar la ficción del comentario.
4. Dramaturgias del debate apunta a emancipar a ambos, artista y espectador, del guión benévolo que se les ha asignado, y no presenta como un privilegio o como una ocasión única de libertad y autoexpresión la obligación de compartir el espacio del debate, porque no lo es.
5. Dramaturgias del debate asume la posibilidad de que el encuentro público-artistas sea de hecho un desencuentro, y no considera que el desencuentro sea necesariamente improductivo en términos de elocuencia o de profundidad. Dramaturgias del debate configura “campos de tensión” y hace sitio a todos los desajustes, asimetrías, estrabismos necesarios con tal de garantizar que la tensión no caiga. Reconoce el parentesco entre debate, embate y combate.
6. A la frontalidad del debate vigente, Dramaturgia del debate opone un programa de oblicuidad permanente.
7. Dramaturgias del debate es un pleonasmo. Si el debate es debate, es ya, de hecho, una circunstancia dramatúrgica. La negociación de esta circunstancia es el mejor antídoto a las taumaturgias del debate al uso.
8. Dramaturgias del debate considera que el axioma de la “verdad” tiende a producir falsos debates, y se propone averiguar si la regla a priori de la “mentira” consigue producir un debate verdadero.
9. Dramaturgias del debate se basa en el principio de que los juicios sensatos merecen ser dichos. El grado de sinceridad de quien se encarga de decirlos es totalmente accesorio.
10. Dramaturgias del debate se propone remplazar los parámetros evangélicos del diálogo con los protocolos diabólicos de la dialéctica.
11. Dramaturgias del debate considera que el encuentro con el artista no es ningún encuentro si se basa en el fetichismo social de pretender agasajar al artista como si este fuer el único espacio a disposición para hacerlo (porque esto lo convierte en un dispositivo de aclamación: oooooooh), o si refrenda el fetichismo moral de creer que las verdades del artistas son fidedignas porque son suyas (porque esto lo convierte en un dispositivo de revelación: aaaaaaaah).
12. Dramaturgias del debate se sustrae a la seudo-cruzada que consiste en arrebatar la autoridad y el privilegio del discurso a los expertos para devolver ambos “efectos especiales” a los artistas. Dramaturgias del debate considera que el discurso es discurso sólo si no pertenece a nadie, o si se da como el producto de una apropiación indebida. Es absurdo que los mismos artistas que se presentan como adalides de la obra abierta, líquida, documental y discursiva, o como censores implacables de la noción de auctoritas, pretendan imponer dogmáticamente la versión oficial del discurso que rodea su trabajo, despachando ellos mismos las labores de mediación “rígida” (es decir de comentario unilateral y paternalista) que lo concierne. Es en cambio simplemente enternecedor su fuerte reticencia a que el debate se haga en condiciones que admiten una expresión vigorosa del disenso (porque ningún artista serio puede creer que, por el hecho de no escuchar opiniones negativas, esas opiniones no existan); o su pavor a que el debate se convierta en una circunstancia lúdica (porque un trabajo artístico de espesor sabe prevenir, resistir o neutralizar incluso los comentarios más sarcásticos). Un comentario que se vea en la doble obligación de hablar de algo y de hacerlo en términos benévolos, es a la vez pedagogía mal digerida o plegaria mal dirigida.
13. Dramaturgias del debate admite, de entrada, que una parte del público pueda vivir con desasosiego la pérdida de la frontalidad, o rechazarla abiertamente, pero no admite reblandecimientos de las reglas del juego.
14. Por la misma razón, Dramaturgias del debate propone al público una elección libre entre diferentes formatos y diferentes reglas.
15. Dramaturgias del debate se concibe como un conjunto de juegos dialécticos dirigido a públicos y artistas. No condena a priori circunstancias menos formalizadas y más “espontáneas” de encuentro. Pero considera que es prioritario exorcizar de entrada las formalizaciones “ocultas” en el formato de debate presuntamente “libre” que suelen promover los teatros. Y por eso se estructura como tergiversación de la fenomenología espacial, práctica, moral y procesual de ese formato.
16. Dramaturgias del debate considera que el debate no es una necesidad inderogable, y no reconoce la autoridad del público como “demandante de debate”. Creemos que la idea de que el debate sea un deseo y un derecho del “público” (que es de hecho un grupo advenedizo de espectadores) es parte de los engaños ideológicos utilizados por los mediadores,cuya profesión se basa, por un lado, en la convicción de “conocer la voluntad” del público, y por otro, en la misión de persuadir al público a “expresar su voluntad”.
17. Por eso, Dramaturgias del debate despliega sus formatos experimentales consultando tanto al artista como al teatro: y renuncia a desplegarlos si no hay acuerdo entre estas dos partes. Los espectadores elegirán si se suman a la propuesta, exactamente como eligen si ir o no a teatro. La diferencia es que en este caso los espectadores pueden elegir y negociar las condiciones del espectáculo, habitándolo en suma más dramatúrgicamente que performativamente.
18. Dramaturgias del debate no considera en el encuentro un deber del artista o un derecho del espectador. Algunos de sus protocolos o “dromologías” no prevén siquiera la asistencia del artista. En otros, el artista puede asumir o rechazar el riesgo de presenciar el debate. En otros, en fin, el artista asume el desafío de desempeñar en él una función atípica, mimética o “desplazada”.
19. Dramaturgias del debate se mueve en la esfera de los placeres. Y admite que ciertas cosas, simplemente, no merecen ser debatidas.
Autoria: Roberto Fratini
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